martes, enero 17, 2006

Camila Cortés

Muchas veces he caído en la cuenta de que hay gente a la que se le hacen más fáciles las cosas. No sabría cómo explicarlo, una mezcla de suerte con habilidad tal vez, es una sensación muy fuerte que ya no duele, que ya no produce rebeldía. Hay que ser honestos, tampoco es que me revuelque de felicidad por aquellas personas a las que veo que los nudos se les resuelven fácilmente, pero tampoco me deprimen, me da un cierto grado de bienestar cuando veo a esas personas bien, y de paso, un ligero cuestionamiento cruza por mi cabeza, ¿por qué a mí no?, suave es esa interrogante, no pesa en el alma, por lo menos no como antes.
Y bueno, tiempo ha que cesaron ciertas inquietudes, ya no me despierto en las noches pensando en cómo será el día siguiente, si es que acaso pasará lo inesperado, si me sentiré mejor al abrir los ojos en la mañana y tomar mi desayuno, si ese día será el gran día gran en que todo cambiará y nada volverá a ser como antes. Recuerdo que cuando quería que las cosas cambiaran, cuando quería que fuera un día especial, amarraba un pañuelo a mi cuello y andaba así todo el día. Nada relevante ocurrió en esos días en que usaba dignamente mi pañuelo (que eran bien escasos, claro, porque si lo ocupaba todos los días la magia se extinguía), pero siempre me las arregabla para que algo fuera lindo, un paseo en la micro, una caminata al atardecer, una hoja caída del árbol, un buen cigarrillo, una conversación con alguien, lo que fuera, pero ese día, en que mi pañuelo lucía orgulloso en mi cuello, debía ser especial.

[Continuará]
[hora real: 7:08 pm.]

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