sábado, marzo 27, 2010

Y el corazón en la papelera de reciclaje

Es difícil distinguir lo auténtico y legítimo. Honestamente, ignoro por qué suceden algunas cosas, y a veces son tan distintos los caminos para llegar a una cierta claridad que me suelo perder en ellos. Lo curioso es que no existe jamás una negación, y realmente creo que no debiera existir ninguna negación, de ningún tipo, uno debiera mantenerse permeable a las cosas que suceden. Uno debiera, uno debiera...
Fácticamente suceden cosas, estamos inmersos en las situaciones mismas que se ajustan a antojos que no son nuestros, la mayoría de las veces dominados por fuerzas que manejamos sólo parcialmente, y siempre un poco perdidos.
Tomando en cuenta que el ser humano es por definición un desgarro, o más específicamente, el individuo en sí es un desgarro de la totalidad, mientras más afirme su individualidad más desgarrado se sentirá, más desolado, más sufriente, más ajeno. Sin embargo, si el ser humano no fuera individuo, no podría jamás desear lo indeterminado, no podría desear la trascendencia, no tendría voluntad de trascendencia. Y pensado de esta manera, al menos en una primera instancia, no habría movimiento alguno generado por plena autonomía y libertad, sino que serían sólo movimientos automatizados que no tendrían dirección alguna, o en el peor de los casos, caeríamos en el estatismo absoluto, sería un mundo a lo Parménides, donde ni siquiera el tiempo sería percibido. El tiempo es el número del movimiento, ya lo dijo Aristóteles, y si no hubiera movimiento entonces no habría tiempo. Por lo tanto, no podemos abolir así como así al individuo con sus propias voliciones, aún cuando caigamos repetidas veces en el sentimiento más primigenio del hombre: el desgarro. Al parecer el desgarro es insoslayable.

La salida al desgarro: el amor

Creo que la conciencia es justamente la que se vuelve amorosa cuando estamos con quien queremos. No sé si el amor exista como sentimiento puro y abstracto, me declaro incompetente e ignorante en ese sentido, pero sí puedo decir que al menos existen gestos extremandamente generosos y poco usuales que podrían caer en la categoría de "gesto amoroso". Al final una relación entre dos personas (ya sea conyugal, fraternal, familiar, altruista etc.) se reduce a una serie de gestos que tienen el uno para con el otro y que forman una atmósfera bien determinada. Ahora bien, tampoco se pueden dejar al azar una serie de sensaciones físicas que tienen su correlato emocional, sin embargo eso no es objeto de pensamiento en este momento.
Pues bien, el gesto amoroso es una manera de girar la conciencia ensimismada hacia un objeto que es y permanece exterior a ella misma. Un otro insondable y a ratos incomprensible, inasible e inconmensurable. En estricto rigor, nunca sabemos qué terreno pisamos exactamente cuando realizamos el gesto amoroso, la conciencia toma valor y se lanza al vacío esperando encontrar un algo familiar que la sustente. A veces encuentra algo que no la hace sentir tan despojada, otras veces no. Cuando sucede lo primero, viene el alivio y consecuente sensación de placer íntimamente relacionada con la felicidad. Cuando sucede lo opuesto, entonces el vacío se vuelve insoportable y es reflejado a través de la melancolía, las lágrimas, la frustración y la desdicha. Todos estos sentimientos son el fiel reflejo de lo que la conciencia aspira, salir de la ajenidad y sentirse como en casa.


martes, marzo 23, 2010

Y si nos arrepintiésemos?

Vladimir: Gogo...
Estragon: ¿Qué?
Vladimir: ¿Y si nos arrepintiésemos?
Estragon: ¿De qué?
Vladimir: Pues... (piensa.) No sería necesario entrar en detalles.
Estragon: ¿De haber nacido?.

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E: Habría que volver de una vez a la naturaleza.
V: Lo hemos intentado.
E: Es cierto.
V: Oh, lo peor no es eso, desde luego.
E: Entonces, ¿qué es?
V: Haber pensado.
E: Evidentemente.
V: Pero hubiéramos podido abstenernos.
E: ¡Qué se le va a hacer!
V: Lo sé, lo sé.

miércoles, marzo 17, 2010

Enhorabuena

Debido a los últimos acontecimientos o sucesos íntimos ocurridos, debo citar aquí una conversación breve, desajustada, imprecisa, que tuve con alguien que caló hondo:

(1) sabes? me parece que los grandes genios tienen algo de inmoral, quiero decir que para poder crear la propia vida un hombre (todos tenemos esa capacidad) es necesario ser un poco "inmoral", no sé, a veces tengo esa sensación, y pienso y pienso y se me ocurren mil ejemplos.
(2) Sí, por ejemplo Tesla, a mí me fascina ese tipo, era un científico que inventó la electricidad sin necesidad de un conductor como el cable. El problema es que aparecieron las empresas, le compraron la idea y la guardaron bajo siete llaves.
(1) claro, por ejemplo. A mí tambíen se me ocurre cuando las mujeres comenzaron a vestir pantalones, por dios!, la algarabía que eso debe haber sido!, imagínate las mujeres mostrando el culo!, el colmo de lo inmoral!. No sé, sigo pensando en que hay algo de inmoral en la creación de la propia vida, ya llevándolo a terreno personal de pronto y tomando como ejemplo a los grandes de la humanidad, o sea, es que cuando uno pasa por épocas de vacío es como para comenzar de nuevo, para re-individualizarte como alguien nuevo, alguien que quiere hacer de su vida una creación, aún cuando ésta rompa ciertos esquemas morales y ajustes sociales.
(2) Y sí. Pagamos la cuenta?

Luego afuera, al visitar una librería en donde yo quería comprar un último libro antes de partir, mientras esperaba el vuelto, él va y me muestra un libro cuyo título era: El alma inmoral - la desobediencia del espíritu-. OH! -le exclamé- eso es lo que nosotros acabamos de conversar!!
(2) sí, por eso te lo mostraba. Eso es justo lo que nosotros queríamos decir.
(1) qué loco!!!!, viste? estas son el tipo de coincidencias de las que uno no puede decir nada salvo asombrarse.
(2) y sí, me dejó loco la contratapa del libro.
(1) Bueno vamos que andas medio descompuesto.
(2) Si, vamos.



Suena tan nimia al transcribirla, no supe hacerlo, es verdad, pero debo dejar acá en claro que la atmósfera, que no soy capaz de describir, era la de un exacto descubrimiento.

lunes, marzo 01, 2010

Enhoramala

[... registra el acopio de dolor y amargura con que la catástrofe de la identidad tropieza cuando el otro se cierne sobre nuestra vida cotidiana, ausencia y sombra encarnadas en una presencia constante y solícita.]

Si se hace el ejercicio mental de imaginar un doble, alguien que sea exactamente lo mismo que uno pero que a la vez sea un otro, como un desdoblamiento radical que implique hasta un cuerpo físico igual al de uno pero distinto a la vez, tal vez se pueda salir del peligroso método filosófico, a saber: tomar la conciencia cuando viene de regreso.

Me lo figuro a lo Cortázar: subir la escalera al revés.