jueves, abril 22, 2010

Comas (Andvari)

Con el tiempo, me he dado cuenta de que tengo algunos problemas con las comas, nunca sé cuándo utilizarlas exactamente, nunca sé cuándo hacer la pausa correspondiente y siempre dudo cuando utilizo alguna.

Dicen que no hay reglas para utilizarlas, que el escritor o el hablante es el que decide libremente cuándo y entre cuáles palabras ponerlas. El tema es la cadencia. El ritmo. La respiración. La pausa. La coherencia no me parece tan importante en este caso.

Cuando leo, por ejemplo, no reparo mayormente en las comas. Cuando escribo, me obsesiono con ellas. Son tan pequeñas, tan diminutas, tan decisivas dentro de una frase que me esfuerzo hasta decir basta en reproducir las pausas y respiraciones de mis propios pensamientos. Así parece, los pensamientos y sentires tienen un ritmo que hay que tratar de manifestar mediante algo tan insignificante como una coma, un punto seguido, un punto y coma.

Los sentimientos que se expresan en un texto también requieren de silencios. Es más, el sentimiento en sí mismo requiere un silencio, una coma que lo atraviese, un respiro. Esa coma es propia del sentir mismo, no es puesta deliberadamente por el que lo padece, sino que deviene con la cadencia propia del tipo de sentimiento, a su antojo y a su sonido.

Hay veces en que las comas se alargan, se transforman en puntos suspensivos, o en "etc.", pueden derivar hasta en puntos seguidos, pero la mayor gloria de una coma, el uso más excelso de ella, el lugar donde se siente más orgullosa y ostenta de su utilidad casi metafísica, es cuando antecede al punto final, cuando enfatiza el final pues lo aísla y lo sube al primer pedestal ontológico: a lo definitorio, a lo rotundo y pleno de ser, a la muerte. Encierra el final y da la última estocada, la última de las últimas, la última pausa del camino -que tiene la rebeldía de querer convertirse en esperanza-, el último segundo de lo que ya no será más, nunca más, el último estertor ante lo irreversible, lo irreparable, el último momento en donde todo puede cambiar.

Me lo figuro así: Ya lo sé, adiós.