jueves, abril 26, 2007

Hace casi dos años que esto salió

Cargo con una pena más grande que yo,
más grande que mis ojos, más grande que el mismísimo cielo.

Se siente aquí, justo en el centro.
Una rasgadura que no alcanza a sangrar.

No sé qué hacer con ella, a veces molesta su presencia
no alcanza a invadirme por completo, y si lo hiciera sería más fácil
mucho más fácil.

Es difícil vivir así, con ella a mis espaldas
pesándome
impidiendo el avance rápido y ligero
haciendo dificultosos mis pasos.

A veces se ríe de mí, me mira atribulada y lanza una carcajada
su eco permanece en mis oídos

Otras veces sólo pesa
anda distraída y se divierte jugando entre mi pelo
deja su hogar y se posa en mi frente
se vuelve mi invisible emblema.

Una vez se cayó de mis manos, estaba revoloteando entre mis dedos y cayó.
La recogí presurosa, no quería que se dañara.
La dejé ahí, en el centro.
Sabía que era su lugar preferido.

Se siente tan sola a veces, por eso le ofrezco mi espacio para que habite.

Un día soleado me habló,
me dijo que se iría, que no estaría más conmigo
que ya no le gustaba mi espacio, que no me quería más.

Me indispuse y enfermé, no quería que dejara ese vacío que sólo ella llenaba
estaba tan acostumbrada a su compañía, a su peso
no sabía cómo caminar rápido, había olvidado correr.

Conversamos largamente y la convencí de que se quedara un rato más
unas horas más
me dijo que se iría de todas maneras, me abandonaría
pero que me visitaría de vez en cuando, para que no me olvidara de ella.

Desde ese día espero la hora en que se vaya: atenta, vigilante, despierta, nostálgica.

Nuestro pacto aún no se concreta,
pero en sus ojos veo la indiferencia de la partida
ya no es como antes,
no juega, no se mueve, sólo está allí
esperando, al igual que yo, que llegue lo inesperado.

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