Pizarnik tenía razón, siempre la tiene. El corazón de las cosas habla.
Tu pecho contra mi pech, ¿eh?,
¿iríamos, con la nariz llena de aire,
y los frescos rayos de la mañana azul
que te escancia el vino del día?...
Cuando el bosque trémulo sangra
mudo de amor de cada ramas gotas verdes,
claros brotes, se siente en las cosas abiertas
el trepidar de la carne...
A. Rimbaud
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