martes, junio 19, 2007

No quiero


Una de las cosas que no quiero es que las frases pierdan su significado. Y cuando digo "significado" estoy queriendo decir aquello que sucede cuando uno dice algo desde bien adentro, o sea, cuando la frase dicha, sea cual sea el tema en cuestión, concuerda, encaja, hace resonancia, o está en armonía con lo que se está pensando y sintiendo desde lo más profundo. Estoy tratando de decir que el significado más que una estructura mental o una correspondencia entre los hechos y la realidad, corresponde más bien a un suceso, un acontecimiento ontológico que opera en los fundamentos mismos del ser humano.
Ahora, si comienzo diciendo que no quiero que las frases pierdan su significado, es porque de cierta manera se ha perdido, o al menos el riesgo está latente, y no quiero que eso suceda conmigo, o más que conmigo, con la gente que recibe lo que digo, o al menos lo oye.
Lo que estoy tratando de decir con todas estas vueltas es que no quiero que aquello que acontece en las profundidades más hondas de mi, caigan al vacío que es incapaz de contener algo, sino que muy por el contrario, desecha todo, y obviamente, cuando algo sale desde "bien adentro", lo que menos se quiere es que se pierda o no se capte la profundidad de lo que realmente (significado) se quiere decir, sino que de cierta manera se espera que se reciba de la mejor manera posible.

2 comentarios:

Kroepza Love dijo...

Tampoco quiero que no se entienda lo que digo.
Pero hace ya bastante tiempo asumi mi problema con las palabras, y desde hace algun tiempo dejo de importarme.
Con una persona que entienda la importancia de un par de palabras soy japi :)
Un besoo
cuidese
P.

Pablo Gutiérrez. dijo...

No quiero actuar como suelo hacerlo, seguir cayendo en la incredulidad del lector y aprovecharme del mismo -como si lo fueran, ¡báh!-. En realidad no quiero seguir entendiendo lo que en realidad no puedo entender, y repetir el pecado en donde no hay moral ni leyes. ¿Cómo me explico, entonces, que mi deseo no sea más el intento de mi sangre de escapar de la tortuosa cárcel de mi piel? De lo contrario, podríamos escribir poesía de verdad. Quiero, pero en mis venas corre incompetencia y deseos de ser algo que cuando duermo y me emborracho, no soy.
Pero no queremos, por lo general. Dependemos del tiempo para querer de verdad ser entendidos, cuando en realidad se puede suponer un estado de inapetencia con las palabras, y sin quererlo estar creando algo que no quisimos hacerlo jamás. Cuando "dios" no pudo seguir su omnipresente vigilancia, llegó la policía a nuestra vida, y con ella el deseo de cumplir lo “querido”. Desde ahí, cuando negamos la proveniencia de deseo, o la medida del ser perdida en el bosque inmenso del deseo y el querer, es cuando no somos más que un deseo y un mal querer, como diría Parra Sandoval. Un deseo de hacer todo aquello que no queremos decir ni hacer, y disfrutar fetichistamente con no ser comprendidos.
Poetas, artistas, reyes y obreros… nadie lo quiso, pero tampoco nadie pudo entender que en realidad, el mejor de los chistes crueles, no es la incomprendida homosexualidad del papa, ni la acides que da leer a Albert Camus; sino que nadie quiso lo que ocultábamos querer, y sin dudas las palabras cargan con una responsabilidad que no merecen -ser comprendidas o no-; o si, por el contrario, la merecen, se destiñen y pierden el sabor a fruta fresca que no querían poseer.
¿Me explico?

Lo sé, soy un huevón raro y absurdo. Pero, en realidad, así lo quiero.

Saludos mi querida Barbarilla. Espero verla pronto y tragar de esos cafés tan aguados y suaves que tanto simulamos disfrutar.